El samurai que luchaba contra las sombras

En ocasiones un escenario de teatro tiene sus limitaciones. Algo que en una pantalla de cine sería muy sencillo de exponer al espectador, ...

En ocasiones un escenario de teatro tiene sus limitaciones.
Algo que en una pantalla de cine sería muy sencillo de exponer al espectador, como una lucha contra una criatura fantástica e imaginaria… pues a un par de metros de los espectadores no resulta ni tan fácil ni tan realista. Sobre todo si lo que se trata de escenificar es la lucha de una persona armada con una katana contra una sombra protéica y multiforme, que tan pronto es un punto como un objeto indeterminado proyectado hacia el actor como se divide en dos, rasgado por el acero, como se transforma en una bandada de pájaros.
¿Cómo llevar esta fantasía casi incorpórea a la realidad de un escenario teatral? Con imaginación, talento, habilidad… y un proyector. Y aún hay más.
El resultado es fascinante.
Quizá esa sencillez que solemos vincular a ciertas expresiones artísticas y filosóficas orientales sean la clave para que este samurai que lucha contra las sombras nos deje asombrados.

Una perfecta coordinación de movimientos sincroniza sus mandobles con las evoluciones de esa ominosa y amenazante sombra metamorfoseante. Incluso llega a adquirir el aspecto del propio guerrero, contra el que entabla combate en una coreografía precisa y fascinante en la que nos preguntamos cómo es posible luchar contra algo intangible y que muta su aspecto a cada golpe.

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